La ruta provincial 301, que conecta la capital con Lules y con Famaillá, constituye un caso crítico de desorden estructural en el Gran Tucumán. Este corredor vial, con un historial de alta siniestralidad, refleja la ausencia de planificación urbana y la insuficiencia de la infraestructura que, en muchos casos, ha quedado obsoleta.
A lo largo de este trazado, que depende del Gobierno provincial, se pueden advertir diferentes situaciones que poseen un punto en común: el colapso de un camino que ha sido devorado por el crecimiento urbano.
Por ejemplo, desde el Canal Sur hasta El Manantial soporta una alta presión de actividades industriales y comerciales. El flujo vehicular en este segmento es heterogéneo (camiones, colectivos, vehículos livianos, de tracción a sangre y una gran cantidad de peatones) y colapsa en los horarios pico. Apenas unos pocos kilómetros más al sur, a la altura de Ohuanta, atraviesa un sector que refleja un crecimiento inmobiliario acelerado, con barrios cerrados y loteos de diversa envergadura. Si este desarrollo no es acompañado por la infraestructura vial adecuada es muy probable que en el futuro, los problemas que tratamos en este texto se agraven.
A pocos kilómetros de allí, en San Pablo, se produce la interrupción abrupta de la autopista. La falta de señalización pone en riesgo a todos los transeúntes. Mucho más si se tiene en cuenta que desde ese punto hasta Lules, los dos carriles parecen no dar a basto para contener el flujo vehicular intenso que a diario circula por allí.
Hay varios factores que explican esta situación. Por un lado, el crecimiento demográfico se ha producido sin una planificación adecuada. Mientras los emprendimientos privados, los loteos estatales y las actividades comerciales avanzan a un ritmo determinado, da la impresión de que la infraestructura que debe acompañar todo ese desarrollo lo hace con una lentitud pasmosa. Acá falla el Estado, que es el que debe velar por el ordenamiento urbano y la seguridad de los vecinos.
En segundo lugar aparece la falta de una visión metropolitana unificada. La ruta atraviesa diversas jurisdicciones (capital, Lules, San Pablo y El Manantial, entre otras), pero no parece haber diálogo entre sus responsables para unificar criterios. Además, no hay que olvidarse que estamos hablando de una ruta provincial que depende directamente del Poder Ejecutivo. En otras palabras: se trata de un espacio que es de todos, pero que al final termina siendo de nadie. Al igual que en otros puntos del Gran Tucumán, la 301 es la evidencia palpable de la anomia.
Por último, el desorden vial también es reflejo de la falta de respeto ciudadano a las normas de tránsito. Creemos que es importante tomar medidas que tiendan a traer orden a este sector. Pero el compromiso debe ser de todos. Si no, el deterioro avanzará indefectiblemente.